viernes, 8 de octubre de 2010

Argentina - Victoria: El puente y las colinas



Unos minutos antes de llegar hay que aminorar la marcha, por las sinuosas curvas de la ruta, dibujadas sobre las lomadas que caracterizan el paisaje de Entre Ríos. Luego, sí, tras una subida aparece como por encanto Victoria, recostada entre la margen derecha del río Paraná y una cadena de campos, sembrados en todos los tonos.

Esta antigua ciudad tiene mucho para ofrecer, además de las vistas increíbles que regalan sus siete colinas, las callecitas que suben y bajan y las casonas centenarias, con rejas de hierro forjado y zaguanes con mayólicas.

Para todos los gustos

Victoria no deja de crecer, sumando bares, restaurantes, clubes náuticos, un hotel de lujo y, ahora, un complejo termal de aguas saladas. El complejo termal Victoria del Agua se encuentra en la etapa “De apertura gradual”. Mientras sigue la construcción, el emprendimiento se mantiene parcialmente habilitado y los visitantes pueden disfrutar de una parte de las modernas instalaciones.

A la derecha del gran chorro que brota del lago, se ven el Remanso del Irupé, piletas circulares y una isleta con un bar rústico. Hacia la izquierda, están las mejores vistas del río y las piletas con las aguas más calientes, con cascadas y jacuzzi al aire libre, junto a solarios de madera. Una pileta de agua dulce no climatizada está emplazada en el lugar más alto del complejo, con una sugerente panorámica.

En poco tiempo serán inaugurados un río para navegar en flotador, un parque acuático con toboganes y cascadas, un circuito aeróbico, anfiteatro, playa de césped, un restaurante, un apart hotel, más piscinas cubiertas y semicubiertas (réplicas de una laguna escondida bajo una gruta), pérgolas, miradores, matera y Centro de Interpretación.

Caminata por la ciudad

El placer continúa en la ciudad de Victoria, “La ciudad de las siete colinas”, por su emplazamiento en un paisaje ondulado. El paseo costero es un inmejorable mirador de las construcciones coloniales y, en el río, islotes cubiertos de palmeras y botes repletos de pescado que llegan al puerto. A lo largo de la avenida hay restaurantes, clubes náuticos, barcitos y el hotel Casino Sol Victoria. Un dorado bien fresco terminará seguramente en la parrilla de una de las cantinas de la costanera.
Las casas antiguas lucen, sobre todo, rejas de hierro forjado, una marca registrada de la ciudad. Las hay desde las más sencillas de barrotes cuadrados hasta sofisticadas, con filigranas. Conviene caminar, percibiendo los aromas y admirando casonas de más de un siglo. El Barrio de las Caleras, cerca del puerto Viejo, mantiene casi intactas las características originales que imprimieron los inmigrantes vascos y genoveses.

Cerca de Victoria, se organizan safaris –con caminatas por islas y navegación en gomón por pantanos y riachos– y salidas de pesca deportiva: con señuelo o mosca, se consigue dorado, patí, boga y sábalo.

La visita guiada a la Abadía benedictina del Niño Dios –fundada en 1899– arranca a 10. Es recomendable llevarse de allí un licor Monacal, que combina 73 hierbas, a partir de una fórmula milenaria que los monjes guardan en estricto secreto. Para brindar por un pronto regreso.

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