viernes, 8 de octubre de 2010

Argentina - Chaco: En un mundo de montes y lagunas




Por la mañana, las huellas en el camino demuestran que durante la noche fueron otros –bastante menos civilizados– los que transitaron esos senderos. A lo lejos, se oyen los aullidos roncos de los monos carayá y el grito extraño, más parecido a un lamento, del aguará guazú, mientras una suave brisa mece las hojas en los tupidos montes de quebrachos colorados. Destino extraordinario para los amantes de la naturaleza, el Parque Nacional Chaco es un área protegida de 15 mil hectáreas. Fue creado en 1954, en el centro este de Chaco, para proteger la increíble diversidad del Chaco Oriental.

Estos bosques se extendían por toda la provincia de Chaco y la mitad occidental del norte de Santa Fe, hasta el extremo noroeste de Corrientes. Los indígenas bautizaron el lugar con la voz quechua chacu (“lugar de cacería”). En el siglo XX, la tala descontrolada emprendida por la maderera La Forestal para explotar tanino diezmó los bosques de quebracho, hasta ponerlos en riesgo de desaparecer. Sin embargo, hoy el Parque Nacional Chaco es una isla natural, rodeada de chacras y estancias, donde la vegetación y la fauna se recuperan lentamente.

A 120 km al noroeste de Resistencia, el Parque incluye una gran diversidad de ambientes naturales. En el centro y el sur se despliegan abigarrados montes de quebracho colorado de hasta 15 m de altura, espina corona, guayacán, lapacho, algarrobo, guayaibí y quebracho blanco. Hay zonas de bosque impenetrables, cubiertas por chaguares, con espinas que bordean sus hojas. En el área protegida hay sabanas de palmeras, esteros, lagunas y cañadas formadas por las intensas lluvias, que desaparecen con las sequías.
La mejor época para la visita va de abril a octubre, con temperaturas agradables y secas, lo que implica caminos transitables y una cantidad relativamente tolerable de mosquitos (en verano, es un problema casi sin solución).

Conviene, entonces, emprender la recorrida provistos de repelente, cámara fotográfica y algunos víveres. Apenas se cruza un puente colgante detrás del puesto de los guardaparques, comienza a aparecer la extraordinaria diversidad del Parque Nacional Chaco. Desde el puente, el río Negro se ve casi totalmente cubierto por un manto de repollitos y lentejas de agua. A través de él, se vislumbran pequeñas bogas, doradillos y sábalos, y una madre yacaré ñato que nada panza abajo con sus crías sobre el lomo.

Burros, carpinchos y pumas

Aquí viven coralinas punteadas (culebras muy coloridas), carpinchos, burritos enanos y una gran variedad de ranas. En las zonas anegadizas del borde del monte se ven tortugas acuáticas, con sus cabezas asomadas sobre el lodo.

Los montes son también refugio de algunos depredadores grandes, aunque –afortunadamente– se esconden de las visitas y sólo dejan ver sus huellas después de las noches de lluvia: puma, gato moro, hurón mayor, pecarí de collar, guazuncho. El visitante puede tener la suerte, además de escucharlos, de toparse con algún carayá saltando de rama en rama (los machos son negros y las hembras, cobrizas) o un aguará guazú entre los pastizales: en esta zona sin tiempo, algunos todavía los matan por creer que se trata de lobizones.
El Parque se puede recorrer en auto o a pie. Sin embargo, por la abundancia de zonas de tierra húmeda o de difícil acceso, la mejor opción es alquilar una bicicleta o un caballo. También hay agencias de turismo que organizan travesías en 4x4 por la región y visitas a reservas aborígenes cercanas, guiadas en algunos casos por jóvenes de una comunidad toba.
Es importante tener en cuenta que la infraestructura de alrededor es muy limitada. En Capitán Solari, a 6 km, es posible hospedarse en casas de familia o posadas muy sencillas. Hay comedores que trabajan con reserva y se acaba de inaugurar un quincho que ofrece comida al paso, sobre el camino de acceso al Parque. Lo mejor es alojarse y traer todo lo necesario desde Resistencia.

Desde el camping del Area Protegida parten diferentes senderos. Uno de ellos, para hacer a pie o en auto, recorre 12 km de monte cerrado con quebrachales, hasta la laguna Panza de Cabra, cuyo camping sólo está dotado de parrillas y mesas.

Desde el Centro de Interpretación lindero con el camping agreste, se puede seguir otro sendero peatonal de casi 2 kilómetros, que atraviesa el monte chaqueño y permite observar desde pequeños líquenes y helechos hasta majestuosos ejemplares de lapacho rosado, guayacán y quebracho. No es raro encontrar por allí algún zorro, una mulita o un mono, además de una increíble variedad de pájaros.

Otro sendero conduce a las lagunas Carpincho y Yacaré. La primera parte se puede hacer en auto (se observa el monte chaqueño húmedo), hasta la entrada de las dos lagunas. Hay que seguir a pie, hasta encontrar los espejos de agua y los miradores, con una vista tan impactante como todas las imágenes del Parque. Como si se tratara de otro mundo.

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